sábado, 26 de julio de 2014

                               PARA ESPERARTE

He reservado para esperarte, la atmósfera de una sala de conciertos,
antes de un evento importante.
Resucité nuestras conversaciones cuidadosamente reprimidas y
alejé  posibles tristezas.
No cité a ninguna penumbra y sin embargo la niebla de las
tumbas nos rodeaba, atenuada por lo extraño de una verdad
disimulada.
Áspera la monotonía de nuestros cerebros, recordaba otros
encuentros, donde los disparates aumentaban la desarmonía.
La voz vuelve cruel y desaparecen los remordimientos.
Amor, tomemos aire para hablar tranquilos.
Busquemos todo lo que no ha sucedido.
Comentémonos los últimos sucesos que vivimos.
Después, sentémonos a conversar y bebamos apetecibles
bebidas que hasta hoy entre nosotros estuvieron prohibidas.
Alguien en este mundo, lo sé, comprenderá las ausencias.
En silencio, bajo mi cabeza, cierro los ojos y agradezco
transportar la gracia que me han concedido.
Imperturbable, mecánica y cansada, vulgar para que nadie
sospeche, evoco deseos imposibles e imagino realizarlos.
En todos los tiempos cuando se trataba de bajar, regresé por la
escalera gateando para no bajar tanto.
Para esperarte, había previsto la mitad del camino recorrido, un
punto cierto para seguir avanzando.


                                                       Lucía Serrano 

miércoles, 9 de julio de 2014

EL GORILA

¿Por qué ese gorila grave,
Quieto, manso, casi absorto
Me afecta penosamente
Como si su rudo rostro
Me confiara un informe
Que a pesar mío recojo?
Pero no. Si escucho bien,
De su silencio borroso
No asciende a mi expectación
Mensaje mientras ahondo
Los abismos que le hunden,
Abrupto, peludo, romo,
en lontananzas de selvas,
Centurias y terremotos.
El gorila, de repente...
¡Si no está triste! No es hosco
Su horizonte, no hay memorias
Que le entrecierren los ojos.
Y con una ligereza
De acróbata da a su modo
No aprendido un espectáculo
De jaula, para mi asombro
La más fiera soledad:
Sumida en presente solo.


JORGE GUILLÉNEspaña-1893
De "Clamor"

miércoles, 2 de julio de 2014

De MAROSA DI GIORGIO

Está en llamas el jardín natal (fragmento)

10

A veces, cuando el verano se volvía demasiado intenso —era todavía una niña, en la edad del huerto—, armábamos los lechos, fuera; entonces, todo parecía tan extraño. Mis familiares volaban un poco; pero, luego, se adormecían; yo quedaba escudriñando el cielo; por entre las estrellas, las antiguas naves seguían su lid. O me sobresaltaba el galope de un caballo a lo lejos, muy a lo lejos, el ladrido de los perros, en un lugar sin nombre, su eterno canto. Y estaban la hierba salvaje, el orégano, la violeta, la gallina blanca que pone un huevo negro, tal vez, desde allí —quizá— saldría un perrito, una criatura humana; un viejo pariente podría resucitar de allí.
Pero, más allá del hechizo familiar, todo se cumplía otra vez, la noche era infinita y azul y las naves partían. A la guerra de Troya.